La Habana. Miguel Díaz-Canel se convirtió el jueves en el nuevo presidente de Cuba y prometió servir a los intereses del pueblo, pero continuando la revolución socialista iniciada hace casi seis décadas por sus antecesores, los hermanos Fidel y Raúl Castro.
En su primer discurso como nuevo mandatario de la isla, Díaz-Canel señaló que Cuba vive momentos importantes en los que se debe modernizar su modelo económico y dijo que debe haber una dirección “más colectiva”, que facilite la participación popular.
Díaz-Canel, de 57 años de edad, fue elegido por 603 de los 604 parlamentarios de la Asamblea Nacional, en un momento que ha generado expectativas sobre si su llegada generará cambios para la isla.
“Aquí no hay espacio para una transición que desconozca o destruya el legado de tantos años de lucha”, anticipó Díaz-Canel.
“El mandato dado por el pueblo a esta legistatura es la de dar continuidad a la revolución cubana en un momento histórico crucial que estará marcado por todo lo que logremos avanzar en la actualización del modelo económico y social”.
Al lado de Díaz-Canel, el presidente saliente se puso de pie para aplaudir a su sucesor en Cuba, que por primera vez no tendrá en su máximo cargo a una persona que no se apellide Castro.
Raúl Castro, el mandatario saliente y que se mantendrá al frente del poderoso Partido Comunista, dijo que no duda que Díaz-Canel “tendrá éxito absoluto” en su nuevo papel.
Díaz-Canel subrayó que tiene un compromiso con el pueblo y el futuro de su país. Sin embargo, destacó que su antecesor Raúl Castro tendrá un papel fundamental en la nueva etapa.
“Reafirmo a esta asamblea que Raúl Castro, como primer secretario del Partido Comunista, encabezará las decisiones para el futuro del país”, dijo.
El nuevo presidente entra en un momento en que el gobierno intenta garantizar la supervivencia en el largo plazo de uno de los últimos países comunistas del mundo.
Castro, de 86 años, seguirá siendo primer secretario del Partido Comunista de Cuba (PCC), que según la Constitución “es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado”. Esto supone por el momento será la persona con más poder en la isla.
Su salida de la presidencia es no obstante un momento cargado de simbolismo para un país que ha estado bajo el mando absoluto de una familia, los Castro, desde la Revolución Cubana. El primero en asumir el mando fue el líder revolucionario Fidel Castro y, en esta última década, su hermano menor.
Enfrentando a la realidad biológica pero todavía activo y con una aparente buena salud, Raúl Castro renunció a la presidencia en un esfuerzo por asegurar que los nuevos líderes pueden mantener el control del gobierno ante el estancamiento económico, el envejecimiento de la población y el creciente desencanto entre las generaciones más jóvenes.
“A mí me gusta la continuidad de las ideas del presidente Fidel Castro, por todo lo que hizo por el pueblo”, dijo Melissa Mederos, una estudiante de 21 años de lengua inglesa. Mederos, que además se desempeña como maestra, apuntó que el país necesita una renovación y que Díaz-Canel debe enfocarse en la economía porque el pueblo “necesita vivir un poco mejor”.
La mayoría de los cubanos conocían al primer vicepresidente como una figura poco carismática que hasta hace poco mantuvo un perfil público tan bajo que era prácticamente inexistente. Esta imagen cambió ligeramente este año cuando los medios estatales empezaron a prestar cada vez más atención a sus apariciones públicas, incluyendo unas declaraciones del mes pasado a reporteros en las que prometía que el gobierno cubano sería más receptivo a su gente.
Díaz-Canel inició su carrera política en la provincia central de Villa Clara, donde fue primer secretario del Partido Comunista, un cargo equivalente al de gobernador. Allí, sus conciudadanos lo describen como un tecnócrata trabajador y con estilo de vida modesto, dedicado a mejorar los servicios públicos. En 2009 fue nombrado ministro de Educación Superior y desde ahí ascendió a la vicepresidencia del país.
Dos años después de sustituir a su hermano enfermo en 2006, Castro lanzó una serie de reformas que ampliaron el sector privado a casi 600 mil personas y dieron más libertad para viajar y para acceder a la información.
No logró arreglar los negocios estatales, generalmente poco productivos y altamente subvencionados, que, junto a una burocracia de estilo soviético, dan empleo a casi tres de cada cuatro cubanos. El salario estatal medio es de 30 dólares, por lo que muchos trabajadores tienen problemas para alimentar a sus familias y suelen depender de la corrupción o las remesas de parientes desde el extranjero.
Las medidas de Castro para abrir la economía se congelaron o revirtieron en su mayoría tan pronto comenzaron a darse muestras de riqueza en la nueva clase empresarial de una nación dedicada oficialmente a la igualdad entre todos sus ciudadanos.
Fuente: La Jornada